sábado, 24 de octubre de 2015

Enrique Oroz

Territorio Coatlicue / Óleo sobre tela / 170 x 120 cm / 2015

TIERRA

La Tierra y Coatlicue, un paisaje rodeado de cráneos y una línea de Octavio Paz: crear, devora. Enrique Oroz regresa a la Tierra milenaria, que traga para dar más vida, que no detiene ese apetito porque su voracidad permite nuestra existencia. Es el misterio de la creación que extingue y da, que destruye y renace. La Tierra de Oroz es insaciable, durante siglos recibió sacrificios humanos, es diosa que debemos alimentar para que nos alimente. El arte tiene esa similitud con la Tierra, el artista le tiene que ofrecer su vida y su cuerpo para que dé frutos. La obra de Oroz nace de los contrastes, un paisaje evocador con un marco terrible, esa extensión tiene esas osamentas en sus entrañas.




ENRIQUE OROZ

Se viste de negro, tiene estilo de rock star, su pintura rebelde es un juego para adultos que planea el niño indomable que dibujaba a sus amigos y a los cómics que leía. Escucha a Tom Waits mientras pinta sus contradictorias relaciones, que hacen a su pintura irrepetible.












Lejos de las imposiciones

Estuve un tiempo en el Instituto Cultural Cabañas, pero luego me di cuenta que lo que yo quería era incompatible con la Academia. En ese entonces dibujaba las anatomías de tamaño natural en los muros o en papel craft, en lugar del caballete. Eso fue lo que me atrajo de la escuela, pero cuando los maestros empezaron a establecer sus lineamientos me pareció que me sofocaba. Me fui a Los Ángeles a vivir, a ver museos, ver en vivo los cuadros de los maestros abstractos y figurativos norteamericanos que siempre me han gustado, a leer y a experimentar el fenómeno de la música, que siempre me ha gustado.

Pintar desde la rebeldía

Es mi carácter, digamos que incorporar elementos que significan la esencia de la sociedad. La imagen correcta de las cosas era algo que me molestaba, y por eso me salí de la Academia. La idea que tenía de elaborar cuadros no coincidía con la estrechez de la Academia, que no me permitía hacer estas cosas. Lo pude hacer cuando me liberé. Para mí, el logro personal que me ha ofrecido el hecho de ser pintor es esta idea de liberarme de cánones. No es que yo diseñe los cuadros, no es que diga “quiero hacer esto”. Lo que hago responde a una especie de ente, de necesidad interior de este niño que siempre trata de presentarse en mis cuadros. Ya no es un niño, es un adulto, pero hay ese proceso de ver la iconografía que viene de todos lados. Recuerdo que de niño veía los cómics y sentía que me hablaban, que no decían lo que decían. Los cuadros, cuando tuve oportunidad de verlos, me decían cosas que tenía que traducir de cierta forma. No me interesa seducir a un grupo social específico; es un deseo personal, es una necesidad mía de querer que las cosas sean así.

Iconografía subversiva

Es una experiencia visual, estoy rodeado de imágenes que archivo inconscientemente. No soy de que apunte o de que vaya organizando imágenes y luego las archive. Puedo salir a la calle y ver un anuncio publicitario o un diseño gráfico y al mismo tiempo estoy pensando en lo ridículo que se veía esa persona que vi en la esquina. Estas dos cosas se mezclan. En mis cuadros puede haber una referencia a un gusto musical y por otro lado un personaje político. Abordar las imágenes es un acto consciente de manejar lo inconsciente. En donde se bifurcan, en donde se mezclan estas imágenes es en los cuadros que transformo, pero que no necesariamente salen a la primera. Hay que corregir, hay que borrar y ese proceso de estructuración del cuadro me gusta muchísimo. Es lo que muestra algo totalmente fuera del lenguaje, que describe algo que con palabras no se puede decir.

El elemento Tierra en El mural del Milenio

Reuní por un lado una frase de Octavio Paz que dice “Crear, devora”. Es el México en que vivimos. En todas partes del mundo, basta con encender la tele o leer el periódico para ver lo que está pasando en Ucrania o en el Medio Oriente, y México no se queda atrás. Esta idea de que la Tierra surge de los huesos es una imagen que me vino casi automáticamente. No soy un diseñador que me la pase viendo cómo voy a organizar los elementos, sino que es una imagen que se generó en mi mente y que tiene que ver con lo que vivimos. La pintura es un producto de vivir, de experimentar la vida pero no nada más es eso; también es un producto de mi mente que se nutre de la realidad. La Coatlicue es la Madre Tierra a la que hace referencia Paz. Devora para crear, y me pareció que las cosas se han ordenado como un eclipse lunar donde todo se alinea de una cierta forma. Se alinea esto, es decir, por un lado la violencia que siempre ha existido, que no podemos decir que es exclusiva de estos tiempos, pero es inédito lo que está pasando ahora en México. La Tierra es ese ciclo de que necesariamente para nacer, hay que morir.

Periódico intervenido / Óleo sobre papel (Diario Extra) / 41 x 28 xm / 2015

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