Fuego / Óleo sobre lino / 170 x 120 cm / 2015 |
FUEGO
La leyenda Dzahuindanda, el guerrero que lanza flechas al Sol, herido el cielo rojo del ocaso sangra, ha sido vencido por el héroe. Filemón Santiago tiene el Fuego en ese Sol, en la paleta de la pintura, en la composición bizantina amalgama a la mitología oaxaqueña, el guerrero, el Caballero Águila y el coyote, sobre un demonio que lleva tatuada la firma del pintor. La pintura es sacrificio y consagración, los mitos se reúnen ante la prueba del guerrero, la Tierra seca por el calor solar se abre en grietas, ese guerrero la deja descansar, refrescarse y obliga al Sol a ocultarse. El Fuego es del héroe, del que ha ganado la batalla.
FILEMÓN SANTIAGO
Evoca los mitos, la gente y la cotidianeidad de Oaxaca, nació en San José Sosola, Etla, en 1958. Tiene un lenguaje contundente que marca una diferencia en la asimilada estética oaxaqueña, consecuencia de su decisión de aportar en lugar de continuar en un camino fácil.
El oficio y el arte
Hay una diferencia tal vez mínima, pero la hay. El oficio es el hacer, el saber utilizar el material. El artista es la otra parte. Para que un artista sea completo tiene que saber crear y saber usar sus materiales. El proceso de usar el material es la parte que lleva tiempo. El hacer, por así decirlo, y la creatividad van surgiendo a medida de que vas avanzando. Es un plano ligeramente tenue pero ahí está.
La humildad de aprender
No hay un libro en específico que pueda darte una explicación clara y corta, pero sí hay toda una vida para aprender. En mi caso personal, el lenguaje es una cosa innata, es algo que traigo conmigo, lo vas desenvolviendo a medida que vas creciendo y madurando en esta vida. Por ejemplo, yo tenía un lenguaje corto de hace muchos años pero de un tiempo para acá he aprendido otras palabras y entonces mi vocabulario se amplió. El arte es lo mismo; al hacer arte vas madurando, vas adquiriendo experiencia, vas plasmando tu lenguaje con más claridad. Detrás de esto debe haber una gran humildad. Si acoges tu oficio con una gran humildad, el resultado es bueno, porque es como decir que crees en Dios y Dios es eterno, es inalcanzable y yo lo tomo como tal. El arte es un dios. Debo tener mucha humildad, nunca puedo presumir que sé porque en este terreno no se sabe nunca nada, más bien se aprende con constancia. El artista debe ser sincero con su lenguaje y a medida que eres sincero creo que ahí está plasmándose tu honestidad.
La Mixteca en la mirada
El origen es importante, jamás he olvidado que vengo de un lugar rural. Desde muy joven, los abuelos te cuentan historias y después tienes la curiosidad de saber. Dicen que soy de la Mixteca, un lugar geográficamente no grande pero no puedes caminarla en un solo día. En ese lugar geográfico ves personajes, situaciones, ciudades y creo que de eso se ha alimentado mucho la imaginación mía. Me gusta recordar los dichos, me gusta recordar lo que me contaban mis abuelos, mis padres, y no es que lo use de manera constante, pero a medida que va pasando el tiempo la vida se hace nostálgica. Uno entiende que empieza un atardecer que entinta de naranja los cerros y sientes nostalgia, quieres recordar profundidades, irte a lugares inconmensurables que no has pisado. También es mi carácter, siempre he sido así.
El elemento Fuego en El mural del Milenio
Soy amante del arte bizantino, y en este caso el Fuego me gusta mucho porque el rey, el príncipe, ya no sé qué fue. El mixteco Dzahuindanda es el flechador del Sol y el Sol es una bola de Fuego. La historia de Dzahuindanda es muy hermosa. Es un joven que parte de Apoala. Cuando este lugar se hizo muy chiquito para toda la gente que lo habitaba, tuvieron que buscar tierras. Entonces él decide que iba en busca de esas tierras. La historia dice que camina y camina, y lo único que siente en el cuerpo no es el dardo de otro enemigo, sino el golpear del Sol en su pellejo, y se da cuenta de que el único dios a quien tendría que vencer es al Sol. En un día de esos soleados y quemantes, agarra su flecha y comienza a dispararle al Sol, y efectivamente lo vence. En el atardecer, el Sol se tiñe de rojo en el cenit, y él está convencido de que gana la batalla y dice: “el Sol se está desangrando, seguramente se va a morir, se va a ocultar allá y se acabó. Legalmente, soy el dueño de estas tierras”. Y venció al Sol, así dice la mitología.
El Fuego en el color
Hice en esta pintura un lugar quemado, esos oscuros son lugares quemados. Lo único que hay son las piedras, o sea todo lo quemado, todo lo que pueda ser quemable se quemó y ahí está oscuro. Las piedras rojizas son las únicas en las que puedes ver el color. Sobre estas piedras está este señor que es Fuego en su totalidad, este señor que supuestamente representa al Sol, ya moribundo, y el guerrero jaguar-águila es una especie de combinación que es el mixteco, ese personaje que vence al Sol.
Periódico intervenido / Tintas japonesas sobre papel (Diario Extra) / 41 x 28 cm / 2015 |
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